VÉRTIGO EN ROJO
2015
Acrílico sobre tela – Acrylic on canvas
195 x 215 cm
ES
Con un devenir que se ha definido desde la imprecisión de las definiciones posibles, como si tentara la tentativa de José Lezama Lima cuando hablaba de poesía, la obra de Curro González es mucho más diletante que la parsimonia del neobarroco mismo y se dilata entre un posmodernismo tardío y una estrategia de muerte del autor donde el neoexpresionismo y el realismo alucinante de un soñador surrealista confluyen en un mismo territorio simbólico.
Nacido en Sevilla en 1960, forma parte de una nueva generación post-Franco de inicios de la década de los ochenta que asume la nueva figuración neoexpresionista como paradigma estético. Sin embargo, su vinculación con el universo literario lo desvincula de esta tendencia en extremo estética y menos discursiva, ya que, en su caso, su trabajo desde siempre ha estado influenciado por el legado de lo narrativo. De hecho, sobre esta idea han versado algunos textos de su gran amigo Kevin Power, pues en su obra lo narrativo se convierte en el elemento vertebrador de una pintura que «desnarra» constantemente la solemnidad de su relato, y se nos derrite, se hace acuosa, inatrapable, como si deshelara su frialdad y se hiciera cálida, subtropical, burlona, canalla, macarra, bizarra.
Un lugar de la mente hecha planimetría donde el paisaje se torna en el espacio donde ocurre el delirio, donde se manifiesta lo anecdótico, donde la sólida morfología de lo arquitectónico se disipa y disuelve con la bifurcada y/o escurridiza representación de lo soñado. Su pintura es un lugar donde nada es seguro, todo es cambiante; nada es sólido, todo es blando; donde el dibujo se trasmuta en color y el color en trazo dibujado.
Una obra donde la herencia de la cartelística y el cómic o la historia de las historietas y los ilustradores hispánicos toman un rol significativo como legado que ahí está, subyacente, soterrado por la mancha, el coqueteo y la broma colosal de quien pregunta a cada paso que da si sabes cuál el origen de las cosas. Y de igual forma te responde que si no lo sabes, pues quizá deberías inventártelo.
ENG
With an evolution delineated by the pure imprecision of possible definitions, as if we were putting José Lezama Lima’s boundary-pushing take on poetry to the test, Curro Gonzalez’s work is a lot more half-baked than the frugality of neo-baroque, and flexes its muscles between a brand of late postmodernism and a strategy of the death of the author in which neo-expressionism and the hallucinating realism of a surreal dreamer dovetail in the one same symbolic realm. Born in Seville in 1960, Gonzalez was a member of the new post-Franco generation in the early eighties that took on board the neo-expressionistic New Figuration movement as their aesthetic paradigm, yet his bonds with the literary world distance him from the more aesthetic and less discursive extremes of this movement, because, in the case of Curro, his work has always been influenced by narrative legacies. In fact, many essays by his late and great friend Kevin Power dealt precisely with this issue. For Curro the narrative aspect becomes the core axis of a painting that constantly denarrates the solemnity of the narrative, melting it before our eyes, liquidising it and making it ungraspable, as if defrosting its coolness and turning it into something warmer, more subtropical, tropicalesque, sardonic, sassy, flashy and bizarre.
A mapped-out plane of the mind where the landscape becomes a place in which delirium can happen, where anecdotes are given voice, where the solid morphology of architecture dissipates and dissolves with the forking and/or slippery depiction of dreams, his painting is a place where nothing can be taken for granted and everything is changing, nothing is solid and everything is soft, where drawing transmutes into colour and colour into drawn brushstrokes. In his practice the legacy of poster-making and comics, and the history of Hispanic comic strips and illustrations, move to centre stage, acknowledging an inheritance that was always there, underlying, buried beneath the blotches, the flirting and the colossal joking about of someone who asks at every step he takes, if you know where things come from. And he is just as quick to answer that, if you don’t know, then maybe you should invent it.
