FERNANDO ÁLAMO


La Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura (FCDP), presenta la exposición Los maestros de sushi, donde Fernando Álamo, Tenerife 1952, continúa su inmersión en el mundo de los sentidos. Toda su obra tiene una hipnótica atracción visual.  Al olfato lo excitó en sus series de Flores y Por narices. Al gusto, en sus bodegones, sandías, pepinos, manzanas, bombones y en estos pedazos de pescado crudo. Un género clásico de la pintura, la Naturaleza Muerta, que no le es ajeno. Trozos de atún o salmón sobre cómodas, patos o gallinas sobre mesas, liebres y aves, flores y frutos ya protagonizaron su exposición de 1993, Natura Morte. Pertinaz es su afinidad por los bodegones de los Países Bajos del siglo XVII, con su opulencia, lujo y sensualidad.



El artista canario, regresa tras cuatro años sin tener una exposición individual en Las Palmas de Gran Canaria, con esta muestra donde las obras que pinta ahora son más bestia, impera el rojo. De pequeño formato y potente impacto sensorial. Para acentuar su linaje con esa tradición les pone grandes marcos que manufactura, envejece y presenta como pintura de gabinete. Marcos con un diseño que dirige la vista al centro de la imagen que, situada en primer plano, impone una sensación de proximidad física y emocional.

Para la pintura contemporánea el marco habitual es la pared, pero la obra de Fernando Álamo, desde sus primeros trabajos con La Cuadra y otros grupos de teatro y danza, suele tener un componente escenográfico, y a veces se exhibe como un espacio de interacción. Ahora en Los maestros de sushi, las obras, son cuadros enmarcados de tamaño dispar, 78 concretamente, que acompañadas por cuatro telas de gran formato que evocan la melancolía del niño solitario que tira una piedra en el estanque y contempla las ondas que surgen y se expanden en la superficie del agua.; muestran el yo dividido del ser contemporáneo y su conflictiva relación con el teatro del mundo, con el gran escenario de la vida.  Imágenes de lo móvil y vulnerable de nuestra existencia, de su lábil equilibrio y de su multiplicidad.