O.T. # KG-M 2014 -1035M
2014
Acrílico sobre lienzo — Acrylic on canvas
201 x 135 cm
ES
Katharina Grosse nació en Friburgo, Alemania, en el año 1961 y estudió Bellas Artes en Dusseldorf, período tras el cual despuntó en el panorama plástico alemán por su brutalismo, por la solidez despampanante de su gestualidad monumental, por cargarse las estructuras lógicas de un arte posconceptual aburrido para desbordarlo hasta el límite del delirio cromático. Enraizada en el arte urbano en sus comienzos e invasora de los espacios institucionales posteriormente como instaladora muralista, Grosse se adentra en la materia pictórica como quien se deja caer en una laguna de color, y sale de allí manchada, pigmentada por todo el cuerpo y el alma, para luego sacudirse como lo hacen los lobos, los perros o cualquier mamífero cuadrúpedo, impregnándolo todo de su presencia.
Así, desde esta permeabilidad, Katharina es una artista que destroza la noción de la buena pintura atacando la tradición expresionista de su país natal con el derroche de la vida posindustrial de las metrópolis estadounidenses, vinculándose mucho más con el neoexpresionismo abstracto de la escuela de Nueva York, al que le quita romanticismo, dramatismo y transcendentalismo. Grosse dota su obra de una riqueza vital inusitada en al anodino panorama plástico alemán de hace tres décadas, que a día de hoy se rinde a sus pies, porque estos pies y estas manos son las extremidades de una perseverante que todo lo lleva al extremo, aun cuando puede que alguna vez este sea el extremo interior del acto mismo de pintar.
ENG
After studying Fine Arts in Dusseldorf, Katharina Grosse (Freiburg, Germany, 1961) began to make a name for herself on the German art scene for her brutalism, for the unbridled solidity of her monumental gesturality, for exploding the logical structures of boring post-conceptual art, overrunning it and taking it to the limit of chromatic delirium. Initially grounded in Urban Art before later invading institutional spaces as a mural-cum-installation artist, Grosse engages with painterly matter like someone who plunges into a pool of colour and comes out all stained, her whole body and soul pigmented, and then gives herself a good shake like a wolf or a dog or any four-legged mammal, splattering everything with her presence.
And so, seen from this position of permeability, Katharina is an artist who destroys the notion of Good Painting, attacking the expressionist legacy of her home country with the super-abundance of post-industrial life in American cities, connecting much more with the abstract neo-expressionism of the school of New York, but divesting it of any tinge of romanticism, purging all theatricality, taking away its transcendental pretensions, and imbuing her work with an exceptional vital wealth unusual within the anodyne German art scene of the last three decades, which now throws itself at her feet, because these feet and these hands are the limbs of a persistent artist who takes everything to its extreme, even when it could sometimes be the inner limits of the very act of painting.